Qué ver en Ibiza ¡Lugares imprescindibles!

Ibiza es famosa en todo el mundo por su vibrante vida nocturna y sus playas paradisíacas. Sin embargo, la isla tiene mucho más que ofrecer a quien se aventure a descubrirla más allá de sus discotecas. Desde encantadoras calles empedradas cargadas de historia hasta mágicos miradores sobre acantilados, Ibiza esconde rincones imprescindibles que merecen ser explorados.

Actividades increíbles que puedes hacer en Ibiza

Dalt Vila

Dalt Vila ibiza
Photo by Raymond Petrik on Pexels

Entre los lugares imprescindibles en Ibiza destaca sin duda Dalt Vila, el casco antiguo de Ibiza ciudad, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Este recinto amurallado, levantado en el siglo XVI bajo el mandato de Felipe II, ofrece un laberinto de calles estrechas, casas encaladas y rincones pintorescos que transportan al visitante a través del tiempo. Subir sus empinadas calles merece la pena, especialmente para contemplar las vistas panorámicas desde alguno de sus baluartes, como el de Santa Llúcia.

En el corazón de Dalt Vila se encuentra la Catedral de la Virgen de las Nieves, construida sobre una antigua mezquita árabe, donde confluyen estilos góticos y barrocos. Muy cerca está el Museo Arqueológico, que alberga reliquias fenicias y romanas, y cuya visita es gratuita la mayoría de los días (entrada mayo 2025: gratuita). Durante mayo, la Feria Medieval transforma estas calles en un auténtico mercado medieval lleno de magia.

Mirador de Es Vedrà

Mirador de Es Vedrà
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Uno de los mejores miradores de Ibiza es el que contempla el islote de Es Vedrà, frente a la costa oeste cerca de Cala d’Hort. Es Vedrà está envuelto en mitos y leyendas que lo relacionan con el magnetismo terrestre, avistamientos de ovnis e incluso la ciudad perdida de la Atlántida. Lo cierto es que la silueta del islote emergiendo del mar es una de las postales más impresionantes de la isla, especialmente al atardecer.

Para llegar al mirador, lo más recomendable es hacerlo en coche hasta un pequeño aparcamiento situado a 10 minutos a pie del punto de observación. Este lugar no tiene coste y está abierto las 24 horas, aunque conviene llevar calzado cómodo y precaución por tratarse de un entorno natural con acantilados. La mejor hora para visitarlo es al atardecer, cuando los colores del cielo se vuelven vibrantes y ofrecen fotografías espectaculares.

Cerca del mirador está la Torre des Savinar, también conocida como la Torre del Pirata, una antigua torre defensiva del siglo XVIII que completa esta mágica excursión. Para quienes busquen una experiencia más aventurera, existe la posibilidad de contratar un tour en barco que rodea el islote, proporcionando vistas únicas desde el mar.

Mercadillo Hippy Las Dalias

El famoso Mercadillo de Las Dalias, ubicado en Sant Carles, es otro de los lugares imprescindibles en Ibiza. Desde su apertura en 1985, Las Dalias se ha convertido en símbolo de la cultura bohemia y hippie de la isla. Más de 200 puestos venden desde moda ibicenca hasta artesanías hechas a mano y joyería étnica. El ambiente multicultural y relajado es acompañado por música en vivo, convirtiéndolo en una experiencia imprescindible.

El mercadillo se celebra todos los sábados, durante todo el año, con horario ampliado en verano hasta las 20:00 horas. La entrada es gratuita (parking mayo 2025: 4€ por día), pero es recomendable llegar temprano para evitar aglomeraciones y encontrar aparcamiento fácilmente. En verano, el Night Market ofrece una versión nocturna más fresca e igualmente encantadora.

Después de pasear por Las Dalias, un excelente plan es visitar el cercano pueblo de Sant Carles y tomar algo en el legendario Bar Anita, conocido por su licor de hierbas casero. Otra opción es desplazarse a la cercana playa de Aigües Blanques, perfecta para relajarse tras una mañana de compras y cultura.

Parque Natural de Ses Salines

Entre las mejores playas de Ibiza destaca la Platja de Ses Salines, ubicada dentro del Parque Natural de Ses Salines, una reserva ecológica protegida por la UNESCO debido a sus importantes praderas de posidonia marina. Esta playa ofrece arenas blancas, aguas cristalinas y un ambiente animado, ideal para pasar el día disfrutando del mar y el sol.

El acceso al parque y a la playa es gratuito (parking mayo 2025: 6€ por día). Ses Salines está muy bien equipada, incluyendo accesos adaptados y servicios especiales para personas con movilidad reducida. Es aconsejable llegar temprano en verano para asegurar sitio y disfrutar con más tranquilidad.

Además de la playa, vale la pena recorrer la zona para observar las antiguas salinas, aún en explotación, y avistar aves migratorias como flamencos durante los meses de agosto y septiembre. Para completar el día, puedes disfrutar del animado ambiente del chiringuito Sa Trinxa, famoso por su música chill-out.

Necrópolis Puig des Molins

Quien crea que Ibiza es sólo espuma nocturna debería bajar a la sombra de los olivos del Puig des Molins. Allí descansan más de tres mil hipogeos excavados hace 2.600 años y declarados Patrimonio Mundial. El cementerio fenicio-púnico mejor conservado del Mediterráneo hunde al viajero en una galaxia de cráneos, ungüentarios de vidrio y figurillas de Tanit que aún conservan pigmento ocre. El Museo Monográfico (entrada mayo 2025: 2,40 €, gratis los domingos) proyecta luces tenues sobre los ajuares funerarios y explica, sin edulcorantes, cómo los cartagineses depositaban perfumes y huevos de avestruz junto a sus muertos para facilitar la vida más allá.

Nada resulta tan elocuente como descender a una tumba abierta al público: el boquete circular se transita por una escalera moderna, pero el olor a caliza húmeda es el mismo que olieron aquellos sacerdotes que invocaban a Melkart. Luego basta subir cinco minutos a pie hasta Dalt Vila y contemplar, desde el baluarte de Sant Pere, la colina horadada. Consejo experto: recibir el último turno guiado de la mañana (13.15 h) permite salir justo cuando las golondrinas zumban rasantes y la luz se cuela rasgando las entradas; es la postal perfecta sin autocares en el horizonte.

Los datos prácticos ayudan: autobuses urbanos L10 y L3 dejan a dos manzanas, el museo incorpora rampas y ascensor, y el terreno de la necrópolis, aunque irregular, se recorre con calzado cómodo. Para avivar el apetito intelectual se puede rematar la visita con un café en S’Escalinata, donde los sofás en mitad de la empinada calle sirven de mirador improvisado a la bahía.

Cala Comte

Dicen los locales que la paleta de Cala Comte es el test de Rorschach de la isla: cada ojo ve un azul distinto. La realidad es que el agua, nutrida por arenas blancas y fondos bajos, parece una piscina infinita escoltada por islotes. Quien llegue temprano —antes de las diez— tendrá todavía espacio para la toalla y podrá nadar hasta la roca de s’Illa des Bosc con la sensación de surcar vidrio líquido. El acceso sigue siendo gratuito, pero el alquiler de hamaca ha subido a 10 € y una cerveza en el mítico Sunset Ashram cuesta 7 € (mayo 2025).

La playa es, además, una clase magistral de geología: los estratos calizos registran plegamientos que delatan antiguos cataclismos africanos. Las casetas varadero recuerdan que aquí amarraban llaüts de vela latina y que la pesca de la raor era la despensa antes de que el turismo masticara el paisaje. Al atardecer la música del restaurante celebra la ceremonia cotidiana: el sol se hunde entre los islotes y los clientes aplauden. Mejor llegar una hora antes para asegurar barandilla y enfocar la cámara; las veladuras pastel del cielo duran apenas minutos.

La cala principal no dispone de pasarela, así que conviene prever cierta destreza para bajar la escalera de madera con carrito de bebé. Para quienes busquen intimidad, Cala Escondida —bastan cinco pasos sobre las rocas hacia el oeste— ofrece ambiente nudista, mojitos más baratos y la sensación de haberse escabullido de Instagram. Desde la colina opuesta parte un sendero de quince minutos hasta Time & Space, el Stonehenge ibicenco encargado por Guy Laliberté; su columna central de basalto dorado alinea el ocaso cada solsticio de invierno y representa una alternativa “fuera de ruta” sin coste ni multitudes.

Es Vedrà

Rodear las curvas que conducen al mirador de Es Vedrà es un ejercicio de fe en los frenos y en la geología. De pronto aparece el monolito de 382 metros flotando dos kilómetros mar adentro y uno comprende por qué Ulises escuchó aquí cánticos de sirenas —o por qué los buscadores de energía abren los brazos como si pudieran abrazar el horizonte—. La contemplación cuesta cero euros, pero exige calzado adecuado: los diez minutos de senda polvorienta son un filtro contra el visitante apresurado.

El islote, reserva integral desde 1995, no permite desembarcar salvo a biólogos con permisos contados. Desde tierra, el espectáculo es total: halcones de Eleonora zumban sobre los acantilados y el mar adquiere reflejos mercurio cuando el sol muere. Claves expertas: llegar cuarenta y cinco minutos antes del ocaso permite sentarse en la primera línea natural del anfiteatro y ver cómo la luz se escurre lentamente por la pared occidental de la peña. Llevar linterna para el regreso —la luna puede bastar, pero la roca no perdona— y una chaqueta incluso en agosto, cuando la brisa se cuela por la hoz del acantilado.

Las leyendas brotan en cada conversación: que Colón nació aquí, que hay un triángulo magnético con Peñón de Ifach y Montaña de Montserrat, que las brujas bailan en luna nueva. Mitos aparte, el mirador exhibe la quietud necesaria para comprender la etiqueta “mejores miradores de Ibiza”. Quien se atreva puede prolongar la caminata hasta la Torre des Savinar —veinte minutos extra y vistas 360°—; en lo alto, los grafitis del fraile Palau aún rezan pasajes místicos. Si el tiempo y el presupuesto cuadran, existe una versión marítima: excursión en catamarán desde Sant Antoni por 55 € (mayo 2025) que permite bucear a los pies de la mole y escuchar el silencio submarino.

Sant Antoni de Portmany

Pocos sitios parten tanto al público como Sant Antoni. Quien llega en busca de paz huye al primer acorde de house, pero al curioso atento le basta pasear media hora para descubrir la otra mitad de la historia. La bahía, antaño refugio de pescadores, ofrece hoy el “Sunset Strip”: café del Mar, Mambo y Savannah compiten por el mejor cóctel —15 € de media (mayo 2025)— y el mejor playlist para esa liturgia diaria que culmina en aplauso cuando la bola roja se zambulle. Antes de ese instante, la luz fabula con el agua generando espejos anaranjados que han dado la vuelta al mundo.

El núcleo histórico, más discreto, conserva la iglesia fortificada del siglo XIV, potente recordatorio de las incursiones berberiscas. Los lugareños aconsejan entrar a la fresca, cuando las losetas exhalan olor a cera y un silencio improbable domina el interior. Muy cerca, el Passeig de ses Fonts remodelado con palmeras y chorros danzantes ofrece un espacio amable a familias y viajeros con movilidad reducida: todo llano y con bancos a la sombra. Para un paréntesis marino, el Acuario Cap Blanc —instalado en una cueva natural— exhibe especies locales; la entrada cuesta 5 € (mayo 2025) y los niños suelen aplaudir a las tortugas rescatadas.

La otra cara, inevitable, llega con la noche: el West End vibra entre pintas a 2 € y karaoke trasnochado, mientras las discotecas Eden y Es Paradis abren puertas a medianoche (entrada con consumición: 30 €, mayo 2025). Los que persiguen madrugadas épicas salen en barco-fiesta al atardecer, bailan frente a Cala Bassa y regresan a la 1 a.m. listos para el siguiente local. Quien busque calma puede dormir en la bahía opuesta, donde el rumor que se oye es el de las jarcias de los catamaranes.

Tip de oro

reservar mesa en Hostal La Torre —en el cabo norte de la bahía— asegura un atardecer sin aglomeraciones y el mismo cielo en colores pastel por el precio de una copa. Y si la jornada invita a moverse, la ruta circular de 8 km que une Cala Gració, Cala Salada y Punta Galera retrata la costa brava de poniente sin necesidad de coger coche.

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Julieta Betancor
About the author
Julieta Betancor
Experta en turismo y viajes con una sólida experiencia en la creación de contenido cultural. Con dominio de varios idiomas y experiencia como presentadora, conecta con audiencias diversas para inspirar la exploración de destinos únicos. Su enfoque creativo y dinámico se destaca en cada proyecto, transmitiendo la esencia de cada lugar que descubre.

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