Desde la arena luminosa de South Beach hasta el silencio sobrecogedor de los Everglades, Miami, la capital del sol se descubre como un mosaico donde caben arte callejero, historia caribeña, mansiones de la edad dorada y una naturaleza tan exuberante que literalmente se come la ruta,.
Actividades que puedes hacer en Miami

Miami: Visita guiada en autobús

Miami: Recorrido turístico Hop-on Hop-off

Crucero de 75 minutos por la bahía Vizcaína de Miami con bus turístico y noria Skyviews opcionales

Crucero de 90 minutos por Millionaire's Row en Miami con recorrido en autobús con paradas libres

Big Bus Miami: Visita turística nocturna

Recorrido turístico en autobús de dos pisos por Miami

Recorrido en autobús Big Bus por Miami

Pase de 24 horas para el recorrido turístico con paradas libres

Miami: Excursión en autobús + paseo en barco por la bahía + paseo en hidrodeslizador por Everglades Holiday Park

Rueda de Observación Skyviews Miami: Entrada

Miami: Visita panorámica de la ciudad + Crucero en yate

Miami Beach: Lo más destacado en bicicleta

Miami All-Inclusive Pass: Entrada a más de 30 atracciones con Zoo Miami

Muros de Wynwood: Entrada General + Experiencia en Buggy Vecinal

Muros de Wynwood: Entrada General + Sesión de Pintura en Spray
South Beach

Pocos lugares condensan el imaginario pop de Miami como South Beach, esa franja de arena dorada donde los guardacostas vigilan desde torretas pastel y los neones de Ocean Drive encienden la noche con brillos de cabaret tropical. Pasear por su paseo marítimo —sembrado de palmeras que retuercen la sombra sobre la acera— es atravesar un decorado cinematográfico que casi no necesita presentación: la mayor concentración de edificios art déco del mundo, restaurados con mimo para que sus líneas geométricas y filigranas fluorescentes sigan pareciendo el futuro que imaginaban los años treinta.
Pero bajo esa capa chic late la historia de un barrio resiliente: tras la desolación del huracán de 1926, los promotores apostaron por una arquitectura alegre, resistente y asequible que atrajera turistas durante la Gran Depresión; más tarde, la llegada de veteranos de guerra y comunidades LGBT en busca de libertad terminó de perfilar el carácter inclusivo que hoy se respira entre cafés con terraza y estudios de yoga frente al mar.
Un día en South Beach
A primera hora de la mañana los runners comparten el litoral con practicantes de vóley-playa y paddle-board que se atreven a deslizarse cuando el sol apenas roza el horizonte de Biscayne Bay.
Al mediodía, las sombrillas exhiben un mosaico chroma que solo se interrumpe para zambullirse en un agua sorprendentemente clara, protegida por un arrecife cercano.
Y cuando anochece —justo a tiempo para que un clásico descapotable años 50 se detenga frente al Colony Hotel— la avenida se convierte en pasarela: DJs al aire libre, cócteles XXL y un desfile espontáneo donde conviven patines vintage y tacones imposibles.
Little Havana

Nada explica mejor la condición migrante de la ciudad que Little Havana, barrio anclado en la Calle Ocho donde el aroma de café fuerte y caña de azúcar convive con el eco nostálgico de las orquestas de son. Aquí, la historia se palpa a pie de acera: en 1960 los exiliados cubanos plantaron bandera con cafeterías de ventanita, tabaquerías y barberías que todavía hoy amanecen al ritmo de un bolero radiado desde una Buick cincuentera.
El tiempo transformó la llegada en arraigo y la Calle Ocho acabó convirtiéndose en patrimonio emocional, un lugar donde las paredes hablan a brochazos —murales que mezclan iconos revolucionarios y estrellas afrolatinas— y donde la memoria se renueva cada marzo con el carnaval que reúne a cientos de miles de personas danzando hasta consumar la conga más larga del planeta.
Mientras los turistas saborean un sorbo de “colada” —servido en vasitos que se comparten en corrillo, como manda la cortesía caribeña— los parroquianos debaten sobre béisbol o política bajo los árboles de Domino Park, templo de la tertulia donde las fichas golpean la mesa con energía casi coreográfica. A unos pasos, el Tower Theater proyecta cine de autor en versión original con subtítulos y, rocambolesco pero cierto, fue aquí donde los hermanos Coen presentaron Fargo por vez primera en la Florida.
Wynwood Walls

Cuando el promotor Tony Goldman apostó por pintar viejos almacenes para atraer creatividad, nadie imaginaba que dos décadas después Wynwood competiría con Berlín o Londres en arte urbano. Hoy es un barrio-galería donde cada muro compite por tu atención: retratos hiperrealistas firmados por Kobra, geometrías psicodélicas salidas de la paleta de Okuda o aquel “OBEY” de Shepard Fairey que se ha vuelto icono del activismo pop.
Más que un paseo, Wynwood es una inmersión sensorial: entre el zumbido de los botes de aerosol, el aroma a IPAs recién tiradas y la promesa constante de encontrar la próxima foto viral, el visitante acaba transitando con la cabeza en alto, cámara lista.
Downtown Miami y Bayfront Park

La postal más repetida de la ciudad —rascacielos espejados que se yerguen sobre la Bahía de Biscayne— cobra vida al pisar Downtown Miami, un distrito donde ejecutivos, aficionados al baloncesto y cruceristas conviven entre estaciones de Metromover futuristas y viejos edificios de piedra coralina.
El epicentro para el viajero se encuentra en Bayfront Park, pulmón verde abierto en la década de 1920 que ofrece un respiro vegetal a la frenética avenida Biscayne. Su anfiteatro acoge conciertos gratuitos, su memorial Challenger honra la exploración espacial y su proximidad a Bayside Marketplace convierte la zona en un pasillo comercial y lúdico sin solución de continuidad. Desde aquí salen muchos de los buses turísticos en Miami y paseos en barcos en Miami, y justo al lado se encuentra uno de los icónicos Hard Rock Café en Miami.
Pese a la modernidad, Downtown guarda ecos patrimoniales. La Freedom Tower —antiguo centro de recepción de exiliados cubanos— se alza rococó junto a torres de cristal que rozan los 300 m. A dos calles, el revival del Miami-Dade Courthouse recuerda que en 1934 era el edificio más alto de Miami y de Florida, uno de los rascacielos pioneros del sur de Estados Unidos. Hoy, el mejor balcón sobre el conjunto está en la rueda Skyviews Miami Observation Wheel: sus góndolas acristaladas revelan, en apenas doce minutos, el damero de islas artificiales, puentes y superyates que conforman la geografía náutica local.
Vizcaya Museum & Gardens

Es fácil olvidar que uno está en Florida cuando se atraviesan los portones de Vizcaya, mansión renacentista que el industrial James Deering mandó construir en 1914 para evocar la dolce vita veneciana sin salir del trópico. Desde el primer vistazo —la logia asomada a la bahía y la barcaza de piedra que hace de rompeolas escultórico— la sensación es de cuento romántico: frescos renacentistas, lámparas de Murano, tapices franceses y un jardín geométrico donde las estatuas clásicas emergen entre buganvillas.
Everglades National Park

A una hora de la urbe se extiende un océano de hierba que desmiente la idea de Florida como sinónimo de malls y autopistas. Everglades es un río lento —tan pausado que apenas se percibe la corriente— donde la vida salvaje escribe códigos distintos: garzas azules que posan como bailarinas, venados de cola blanca que dejan huellas en la turba y, sobre todo, el aligátor americano, guardián prehistórico que asoma su mirar reptiliano para recordar quién manda en el pantano.
Estas excursiones en Miami en hidrodeslizador, con su hélice estridente, permiten surcar los juncos a toda velocidad antes de apagar el motor y enfrentarse al silencio, solo roto por el chasquido de un caimán que se desliza bajo la proa.
Key Biscayne (Crandon Park & Cape Florida)

Basta cruzar el Rickenbacker Causeway para que el bullicio de la ciudad quede atrás y aparezca Key Biscayne, isla tranquila donde las iguanas cruzan sendas ciclables ideales para algunos de los tours en bicicletas en Miami y las palmeras inclinan la copa sobre un mar tan transparente que el horizonte parece una acuarela.
El norte lo ocupa Crandon Park, antigua plantación de cocos reconvertida en playa familiar de aguas bajas y apacibles, escoltada por canchas de vóley playa y mesas de picnic que se llenan de barbacoa dominguera. El sur, en cambio, pertenece al Parque Estatal Bill Baggs Cape Florida, donde un faro de 1825 corona la duna recordando la era de los navegantes que se aventuraban más allá del arrecife y cuyos alrededores son perfectos para disfrutar de algunos de los snorkel en Miami.
Miami Seaquarium

En la curva de Virginia Key, con vista privilegiada al skyline, el Miami Seaquarium fue durante casi setenta años uno de los parques marinos más emblemáticos de la ciudad. Aunque su estética retro recordaba a los parques marinos de los cincuenta —no en vano aquí se rodó la serie Flipper—, durante décadas el recinto albergó un hospital de tortugas marinas, hábitat para manatíes rescatados y charlas didácticas sobre la protección del arrecife floridano. Tras su cierre definitivo en octubre de 2025, el espacio se encuentra en proceso de reconversión hacia un nuevo proyecto sin mamíferos marinos, por lo que conviene comprobar la situación actual antes de acercarse o valorar otros zoológicos en Miami si viajas con niños.
Hasta su cierre, el parque proponía interacciones inmersivas: desde alimentar rayas suaves como terciopelo hasta descender —casco de buceo tipo astronauta mediante— en el Seatrek Reef, acuario donde tiburones nodriza conviven con peces loro fluorescentes.
Museum Park (PAMM & Frost Science)

Convertido en balcón cultural frente a la bahía, el actual Maurice A. Ferré Park (antiguo Museum Park) aúna en apenas dos manzanas el arte contemporáneo del Pérez Art Museum Miami (PAMM), uno de los grandes museos de arte en Miami, y la divulgación inmersiva del Phillip and Patricia Frost Museum of Science, referencia entre los museos interactivos en Miami. El primero deslumbra ya desde el exterior: un edificio de Herzog & de Meuron suspendido sobre pilotes con jardines verticales que gotean para refrescar el ambiente.
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