Bali no es solo un destino, es una experiencia. Una isla que combina templos sagrados, arrozales infinitos, playas salvajes y una espiritualidad que se respira en cada rincón. Si estás planeando tu primer viaje, prepárate para descubrir mucho más que postales bonitas. Esta guía te llevará por los lugares imprescindibles para empezar a explorar Bali con buen pie, desde los templos más impactantes hasta los paisajes que te dejan sin palabras. Es hora de dejarse llevar y vivir ese viaje que tantas veces imaginaste.
Vistiar el Templo Uluwatu

Encaramado sobre un acantilado que se asoma al océano Índico, el templo de Uluwatu (templo del mar hindú balinés) es uno de los santuarios más espectaculares de Bali. Pero pese a ser impresionante a la vista, lo mejor no es solo el templo en sí, sino el entorno. Llegar al atardecer y ver el sol hundirse tras las olas mientras suena una danza Kecak entre palmeras es una de esas imágenes que se te quedan grabadas.
- Consejo útil: cuidado con los monos, que andan sueltos y tienen cierta debilidad por gafas, gorras y móviles. ¡Si te despistas quizá te quedas sin ellos!
Darse un baño en la playa Kuta

Kuta no es la playa más tranquila de Bali, pero sí una de las más icónicas. Ideal para quienes buscan algo de acción, buen ambiente y aprender a surfear en olas suaves. Si es tu primer viaje por el sudeste asiático, probablemente te impresione su energía caótica, con puestos callejeros abarrotados, motos por todas partes y un sinfín de bares que se llenan de viada al anochecer.
Puede que Kuta no sea la favorita de los viajeros que buscan la calma absoluta, pero es perfecta para una primera toma de contacto con el ritmo de la isla. ¡Sin duda su energía te contagiará!
Sumergirse en el bosque de Monos de Ubud

En el centro de Ubud hay un pequeño mundo salvaje donde los templos se cubren de musgo y los monos van por libre. El Monkey Forest no es un zoo, es un santuario sagrado donde los macacos viven en semilibertad. Pasear por allí, entre árboles altísimos y esculturas cubiertas por la selva, es como entrar en otro universo.
Llévate paciencia, curiosidad y evita el contacto visual directo con los monos. Son adorables, pero tienen carácter y no querrás que la tomen contigo.
Visitar Tanah Lot

Tanah Lot parece diseñado para una portada de revista. Este templo hindú se alza sobre una roca en medio del mar y solo se puede acceder a pie cuando baja la marea. Es uno de los lugares más fotografiados de Bali, y con razón. Las puestas de sol aquí son espectaculares y nadie se las quiere perder.
A pesar de ser un punto muy turístico de Bali, el lugar todavía conserva una atmósfera especial. Si puedes, visítalo a primera hora de la mañana o justo después del atardecer, cuando la mayoría de los viajeros ya se ha ido y se respira mucha más calma.
Visitar el Palacio de Ubud y practicar yoga

No hace falta mucho tiempo para visitar el Palacio de Ubud, pero sí merece una parada en el itinerario. En pleno centro de la ciudad, entre calles llenas de arte y cafés, este pequeño complejo conserva la arquitectura tradicional balines. Además, por la tarde es el escenario de danzas clásicas escogido por muchos locales.
Si te quedas por la zona, intenta coincidir con alguna representación. Sentarse frente al escenario, con los músicos en directo y los trajes brillantes moviéndose al ritmo de la historia, es una forma preciosa de conectar con la cultura local. ¡Imposible no emanorarse de Bali así!
Además, si tienes algo de destreza, es el lugar ideal para practicar yoga. Ubud es el corazón espiritual de Bali, y el yoga está entretejido en su identidad. No hace falta ser experto ni especialmente flexible: muchas clases están pensadas para principiantes y se imparten en entornos que ya por sí solos valen la pena.
Subir al Monte Batur

Ver amanecer desde lo alto del Monte Batur es uno de esos retos que muchos viajeros se marcan en Bali. La caminata empieza de madrugada, linterna en mano, y culmina con el sol emergiendo sobre el lago. Eso sí, aunque no es una excursión difícil (y de hecho es muy popular), sí requiere energía y buen calzado, por lo que deberás tener esto en cuenta para evitar percances.
Si llegas a la cima, la recompensa es enorme: una vista que mezcla volcanes, nubes bajas y silencio absoluto. Si puedes, te recomendamos que hagas esta excursión con un grupo de personas reducido y con guía local.
Visitar los campos de arroz de Tegalalang

Aunque hay muchos campos de arroz en Bali, este es uno de los más accesibles y fotogénicos. A pocos minutos de Ubud, los arrozales de Tegalalang se despliegan como una alfombra verde formando terrazas. El mejor momento para visitarlos es temprano, cuando la luz es suave y el calor aún no aprieta.
No hace falta quedarse solo con la foto: muchos agricultores permiten el acceso a sus parcelas por una pequeña propina. Caminar entre los arrozales, con el sonido del agua fluyendo y el canto de los pájaros, es pura calma.
Acudir hasta el Templo Besakih

Situado en las laderas del monte Agung, el Templo Besakih es el complejo religioso más sagrado de Bali. Conocido como el ‘Templo Madre’, alberga más de 80 construcciones repartidas en terrazas que se conectan entre sí por escalinatas y pasajes. Su ubicación, entre la niebla y el verde de la montaña, le da una presencia poderosa incluso antes de cruzar la entrada.
A menudo hay ceremonias en curso, y si tienes suerte, verás a los fieles balineses subiendo en procesión, vestidos con ropas tradicionales y portando ofrendas. Es un lugar espiritual, vivo, que permite asomarse a la dimensión más auténtica de la cultura local. No es solo una visita arquitectónica: aquí la religión y la vida cotidiana siguen latiendo con fuerza.
Para disfrutarlo plenamente, conviene ir con tiempo, llevar un sarong (se puede alquilar allí mismo) y, si es posible, recorrerlo con un guía local.
Besakih no forma parte de los circuitos más rápidos, pero sí de los que dejan huella.
Escaparse al parque Nacional Bali Barat

Si buscas naturaleza más salvaje y menos turística, el Parque Nacional Bali Barat es tu sitio. Situado al noroeste de la isla, este espacio protegido incluye selva, manglares, playas remotas y arrecifes de coral. Aquí puedes hacer senderismo, esnórquel o simplemente desconectar del ruido y ver otra cara de Bali, más salvaje y silenciosa.
Ten en cuenta que pocos viajeros llegan hasta aquí, lo que convierte a esta zona en un auténtico tesoro para quienes quieren explorar más allá del circuito clásico y sumergirse en la parte más rural de la cultura balinesa.
Aprender a cocinar comida balinesa

La gastronomía balinesa es un reflejo de su cultura: colorida, especiada y profundamente simbólica. Apuntarte a una clase de cocina con una familia local no solo es una forma divertida de pasar una mañana, también te permite conocer ingredientes, costumbres y técnicas que se han transmitido durante generaciones. Es una puerta de entrada íntima a lo cotidiano. Preparar un nasi goreng o un lawar con tus propias manos, y luego compartirlo con los anfitriones, te acerca al verdadero ritmo de la isla.
Asistir a una ceremonia local

En Bali las ceremonias no son un evento especial: son parte del día a día. Asistir como espectador respetuoso a un ritual hindú, ya sea en un templo de barrio o junto al mar al atardecer, es una experiencia transformadora. Ver cómo la gente se reúne, cómo visten, cómo preparan las ofrendas… te conecta con algo muy real, que rara vez se muestra al turista. Para una primera visita, es un recordatorio de que esta isla tiene raíces profundas, y que vale la pena observar, escuchar y aprender.
Perderse en un mercado nocturno

Cuando cae la tarde y los puestos se iluminan con luces cálidas, los mercados nocturnos de Bali cobran vida. No encontrarás grandes souvenirs, sino comida local, risas, música, y una rutina sin filtro. Es aquí donde la isla te muestra su cara más espontánea. Probar un satay recién hecho, compartir mesa con desconocidos o descubrir dulces que no sabías que existían te da una idea mucho más rica del lugar. Para quien viene por primera vez, es una dosis de vida real sin escenografía.
Probar comida típica

Comer en Bali es mucho más que alimentarse. Es sumergirse en una cocina llena de contrastes: dulce y picante, crujiente y suave, siempre acompañada de arroz y rodeada de significado. Para quienes visitan la isla por primera vez, probar la comida local es una forma directa y deliciosa de conectar con la cultura.
Entre los platos más populares está el nasi goreng, arroz frito con verduras, huevo y a veces pollo o marisco, que suele servirse con krupuk (una especie de galleta crujiente). También el mie goreng, la versión con fideos, es un clásico que encontrarás en cualquier warung local. El satay —brochetas de carne con salsa de cacahuete— es ideal para quienes quieren algo sabroso y fácil de comer, mientras que el lawar mezcla coco, verduras, especias y carne picada en una combinación sorprendente.
Lo mejor de todo es que no hace falta ir a restaurantes caros para comer bien. Los warungs (pequeños locales familiares) son auténticos templos del sabor: baratos, caseros y llenos de personalidad. También hay opciones vegetarianas y veganas por toda la isla, muchas con un enfoque saludable y consciente. Si puedes, acompaña tu comida con un zumo natural o un té balinés y, si te atreves, termina con un postre a base de arroz y coco. ¡Absolutamente delicioso!